Libros: El último catón, Matilde Asensi

La protagonista es una monja doctora en Paleografía y en mil historias más que tiene que investigar unos dibujos muy raros que han encontrado en un etíope muerto en un accidente de avioneta que viajaba con las relíquias de la Vera Cruz.

Me parece que la prota a pesar de ser monja, de ser de familia muy cristiana, de tener otros dos hermanos en la iglesia y un capilla en su casa familiar y tal, es un poco excéptica. Sobre todo con las leyendas antiguas.

La mujer está investigando una cosa en el museo Vaticano, en la zona donde no entra nadie nunca, pero le piden que se haga cargo de los dibujos del etíope diciéndole lo menos posible sobre el hombre y su muerte. Pero ella, en una visita a su casa familiar, coge a uno de sus sobrinos (son como 9 hermanos y tiene como 25 sobrinos, más o menos) y en google y otros buscadores encuentra información sobre el etíope.

Entonces empiezan a cotejar en el laboratorio las cruces del etíope y encuentran los mismos dibujos en la pared del Monasterio de Santa Catalina del Sinaí (Egipto), donde se dice que estaba la zarza ardiente que le dió las tablas de los mandamientos a  Moisés. En ese momento, deciden que hasta ahí ha sido útil y la alejan del caso, pero ella empieza a decir todo lo que sabe y la echan del Vaticano.

Su orden la envía a Irlanda. Pero al llegar al aeropuerto la envían de vuelta a Roma.

Y entonces le dejan estudiar el tema de las marcas del etíope junto con el capitán de la Guardia Suiza del Vaticano y un profesor egipcio que traen desde el museo grecorromano de Alejandría.

Los tres encuentran que las marcas vienen de una secta secreta a la que se accede pasando unas pruebas que vienen redactadas en la Divina Comedia de Dante, que, por supuesto, es uno de ellos. Y se meten de lleno en esas pruebas, a cada cual más increíble.

Cuando llegué al final del libro solo me acordaba de ese capítulo de los Simpsons donde Homer se convierte en Mr. X y saca a la luz secretos de la gente de Springfield y se lo llevan a una isla llena de gente a la que se pasan el rato drogando.

También me recordaba a unas ciudad subterránea que hay en Turquía, posiblemente excavada hacia el 1400 a C.

Y es que yo no sé los Bizantinos del libro qué afición tenían a excavar en sitios raros y en los mecanismos que funcionan después de 1600 años de antigüedad.

El final no se por qué me lo estaba esperando. Me parecía lo peor que pasara eso porque no haría justicia a la secta esta pero al final mira, para que todas las historias quedaran medianamente cerradas (o medianamente abiertas, según se mire)

La verdad es que el tema de las pruebas había momentos que hasta me ponía nerviosa pensando en lo que les podía pasar a los personajes y la manera de sufrir, teniendo en cuenta que aún quedaba libro por delante, mis temores eran bastante infundados.

Ya sabéis que los libros tipo esto, con religiones y sectas secretas y tal me gustan mucho, así que sí, me ha gustado, aunque el final fuera un poco plof y la historia de amor un poco rosa, (¡ay, que enamorada estoy de este que no conozco pero tiene un cerebro como el mío, aunque soy monja, pero da igual!)

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